Hace algunos años Benedikt Frey y Osborne publicaron un estudio que está de plena actualidad. El documento analizaba como de susceptible eran determinados trabajos a la computerización. Es decir, en función de determinadas características analizadas en el estudio, podría obtenerse la probabilidad que existe de que un trabajo pueda ser o no sustituido por la tecnología. Se analizaron 702 ocupaciones para comprobar los efectos que tendría la introducción de tecnología sobre el mercado de trabajo en EEUU.
A lo largo de la historia han sido muchos los que han vaticinado problemas de desempleo ligados con la sustitución de máquinas por hombres. Desde la primera revolución industrial, con la introducción del telar mecánico, hasta nuestros días con la irrupción del coche autónomo o el big data. Siempre hay alguien dispuesto a alimentar el debate sobre la destrucción de empleo tecnológico. Algo así argumentaba JM Keynes, cuando responsabilizaba a la tecnología de parte del desempleo que esta generaba. Keynes llegó a popularizar el término "desempleo tecnológico", culpando directamente a la tecnología del desempleo. Hace casi 100 años escribió una obra en la que vaticinaba que "el desempleo causado por nuestro descubrimiento de medios para economizar el uso del trabajo irá a un ritmo mayor que el ritmo al que podemos encontrar nuevas ocupaciones" (possibilities for our grandchildren).
Más recientemente, Jeremi Rifkin en su obra "el fin del trabajo" desgrana con todo lujo de detalles esa teoría "tecnófoba" por la cual los "trabajadores van a ser sustituidos por software". Olvida que los trabajadores, en todo caso, serán sustituidos por desarrolladores de software, fabricantes de hardware e integradores. Porque, de momento, SkyNet está un poco lejos.
Tras analizar el mercado de trabajo presente y futuro de EEUU, Frey y Osborne concluyeron que el 47% de los empleos están en riesgo alto de ser sustituidos por la tecnología (Ver figura 1). Evidentemente la magnitud de la automatización estará en función del ritmo al que se superen las limitaciones que la tecnología impone en determinados sectores. En este sentido, el estudio plantea una automatización del trabajo en dos oleadas. En una primera oleada esta automatización del empleo afectará fundamentalmente a determinados trabajadores del sector transporte y la logística, el soporte administrativo o labores de producción industrial. Debido a la mejora de la robótica industrial y al aumento de la precisión y destreza de los autómatas, también podrán ser sustituidas un amplio rango de tareas manuales no rutinarias.
A simple vista, en el gráfico de la figura superior, extraído del estudio de Frey y Osborne, hay sectores con mayor tendencia a la automatización que otros. Al menos en el mercado americano, que no debe ser muy distinto a estos efectos del europeo. Ingeniería, informática, finanzas, actividades de gestión de recursos humanos, educación, asesoramiento legal, ciencias de la salud o todo lo relacionado con actividades creativas están entre las actividades que el estudio identifica como con baja probabilidad de ser sustituidas por la tecnología. Todas ellas representan el 33% del empleo total. En el otro extremo, algunos servicios de bajo valor añadido, actividades de comercio y ventas, parte del sector pesquero y ganadero, así como tareas dentro del sector logístico y el transporte tienen una alta probabilidad de ser sustituidas por la tecnología. Pero no nos alarmemos. Se sustituye la actividad, la ocupación; no a la persona.
En una visita que realicé hace unos meses a dos empresas de alimentación me sorprendió la apuesta que hacían por introducir y desarrollar Industria 4.0. Esas dos empresas eran las murcianas Golosinas VIDAL y GIMAR, que son referencia en el sector agroalimentario en España y fuera de ella. Donde antes habían tres trabajadores en cada turno, introduciendo la masa de la magdalena "marmol" GIMAR, hoy hay un preciso autómata. Donde antes habían varios trabajadores manipulando los moldes de las gominolas VIDAL, hoy tenemos unos brazos robóticos que reutilizan una y otra vez esos moldes llenando y vaciando de contenido su interior. Esto me hizo preguntarme hasta qué punto la modernización de estas empresas había hecho que algunos trabajadores perdieran su puesto de trabajo. Tanto Francisco Hernández como Javier Martinez me confirmaron que ninguno de los trabajadores que las máquinas habían "sustituido" habían sido despedidos. Todos ellos habían sido reubicados, re-cualificados y se les había asignado un nuevo cometido. De hecho, las empresas habían crecido, sus exportaciones aumentado y su masa salarial se incrementaba año. ¿Por qué? Porque la mejora generada por la introducción de tecnología les permitía llegar a nuevos mercados, competir mejor y hacer de forma excelente lo que antes sólo hacían muy bien.
La irrupción de tecnología en los métodos de trabajo ha jugado un papel esencial en la forma en la que trabajamos y en la mejora de la calidad del empleo que se genera. La tecnología no destruye empleo de forma global, lo transforma. Decir que la tecnología destruye empleo es como decir que romper el cristal de un comercio genera demanda interna.